martes, 4 de mayo de 2010

DIETA GRIEGA


El IVA al 23%; un incremento en la tasa de los carburantes, el alcohol y el tabaco del 10%; congelación salarial hasta 2014 sin posibilidad de negociación colectiva; nuevo salario mínimo más bajo para jóvenes y desempleados de larga duración; reducción de la retribución de horas extraordinarias; reducción de la indemnización por despido; retraso de la edad de jubilación; incremento del periodo de cotización para acceder a la pensión de jubilación; suspensión de las pagas extraordinarias a los pensionistas; reducción general de las pensiones al considerar para su cálculo toda la vida laboral y no, como ahora, el último salario percibido. Recorte del 16% de los salarios públicos mediante la eliminación, también, de pagas extraordinarias y reducción de otro 8% de los complementos salariales que ya habían bajado un 12% en los últimos meses; congelación y reducción de plantillas; recorte del número de municipios y entidades administrativas locales que pasarán de 1300 a 340…


No obstante, los sueldos de los miembros del gobierno no bajan: sólo se congelan, como imagino que tampoco bajarán los de los policías antidisturbios que, armados hasta los dientes, protegen la sacrosanta propiedad de los bancos y de las embajadas, y a ese gobierno congelado, cuando los ciudadanos, hartos, salen a la calle a demostrar su indignación. Y esto con Papandreu a la cabeza y un gobierno del llamado Partido Socialista Panhelénico.


Esta es la dieta griega, y la receta la ha extendido la democrática, cristianísima y civilizada Europa con el asesoramiento de los magos del Fondo Monetario Internacional.


Y esto ocurre en la Europa del euro y la unión monetaria, en la Europa de Maastrich y la libre circulación de capitales, donde ahora vemos como hacen circular los derechos sociales y los niveles de vida de los “ciudadanos” europeos. Esto se hace en una Europa donde, tras diez años de vigencia de la moneda única, Alemania ha disparado su superávit comercial con el resto de los países de la Unión hasta los 150.000 millones de euros, entre otras razones, porque los países de la eurozona con economías más débiles no podían devaluar sus monedas; y en una Europa donde Alemania y Francia modificaban a su antojo el famoso Pacto de Estabilidad cuando sus deficits resultaban excesivos.


Los griegos a dieta van a ser, de momento, un 30% más pobres como mínimo. Y, como siempre, los platos rotos los pagan sobre todo los trabajadores. Recuerdo como terminaba la versión de Costa Gavras de “La Confesión” de Artur London: unos estudiantes escribían en una pared: “Lenin, despierta, se han vuelto locos…”

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