miércoles, 26 de marzo de 2008

LEYENDO A ZIZEK


Los filósofos posmodernos suelen rechazar el concepto de verdad y sustituirlo por una multitud de perspectivas, o, como está de moda decirlo hoy, por “una multitud de narrativas”, y no sólo en la literatura, sino también en la política, la religión, la ciencia… y, ¿por qué no? incluso en las tecnologías de la construcción.

Richard Rorty, intelectual progresista-izquierdo-liberal, sostiene que la dimensión fundamental de un ser humano es su capacidad de sufrir, de experimentar dolor y humillación y, por consiguiente, desde que los humanos somos animales simbólicos, el derecho fundamental es el derecho a narrar la experiencia propia del sufrimiento y la humillación. La última meta de la ética sería garantizar el espacio neutro en que esta multitud de narrativas puedan coexistir apaciblemente.

Si esto fuera así no habría por que no admitir la narrativa del concejal Feliciano Fernández y su cuento sobre la melancolía o la fatiga del asfalto: el asfalto está triste, apesadumbrado, mustio, elegiaco, dolido, compungido y hasta deshabitado… Y el Ayuntamiento y los medios no serían sino ese espacio neutro donde coexisten las narrativas de los técnicos, del concejal y de Paco Guarido y los dolientes ciudadanos que sufren a su vez por la tomadura de pelo del cansancio asfáltico.

Pero no es así, además de las narrativas y las perspectivas, existe la verdad de los compromisos contraídos con las constructoras, la verdad del clientelismo y la verdad del despilfarro con el dinero de todos.

El asfalto puede estar fatigado: hasta el mismísimo coño diría yo. Harto.

miércoles, 12 de marzo de 2008

MERCADO


El pasado viernes, en la charla que no pude dar por la suspensión de la campaña electoral antes de tiempo, iba a terminar con unos versos de Claudio Rodríguez.

No me resisto a leérselos. “La contrata de mozos”, se titula el poema:

“Ved aquí el mocerío. A ver ¿quién compra
este de pocos años, de la tierra
del pan, de buen riñón, de mano sobria
para la siega; este otro, de la tierra
del vino, algo coplero, de tan corta
talla y tan fuerte brazo, el que mas rinde
en el trajín del acarreo? Cosa
regalada.”

Quería yo comparar estas contratas de antaño en las plazas de los pueblos con los sofisticados sistemas que hoy emplean los encorbatados y agresivos gestores de las empresas de recursos humanos. Y tomaba un ejemplo real de ingeniería laboral descrito en una página de Internet: el puesto al que se aspira es de reponedor de supermercados, mas o menos la siega y el acarreo de nuestros tiempos.

Primero va a una ONG (primer despacho, primera entrevista), que pasa sus datos a una empresa que se dedica a “gestionar” mano de obra (segundo despacho, segunda entrevista), que a su vez intermedia con la subcontrata (tercer despacho, tercera entrevista y con suerte destino definitivo) que se encarga de la reposición de mercancías en la gran superficie correspondiente (cuarta empresa, o mejor dicho, ente celestial, principio y fin de la creación, inaccesible por definición al mortal aspirante a simple reponedor con contrato temporal y precario)

Pero es el mercado, el sacrosanto e inmutable mercado gracias al cual somos tan ricos y felices. Y en el mercado electoral, los que pensamos que esto puede y debe cambiarse, nos hemos quedado con solo 2 diputados.

Pues, aun así, seguimos teniendo razón.