martes, 22 de febrero de 2011

EL ANIVERSARIO DEL 23-F


Llevo tres días leyendo y viendo en la televisión las muchas conmemoraciones del 30 aniversario del 23-F, que se celebra mañana.


De entre las múltiples tonterías que he leído y escuchado –lo “heroicos” que resultaron aquellos 350 próceres de la soberanía popular, aunque sólo 3 se quedaran sentados; lo mal que lo pasó sin tabaco el pobre Bono, teniendo que fumarse los celtas de Gómez Llorente; los biberones que tomaba la jovencísima Patricia Conde; o como nos parecemos a los norteamericanos que tampoco olvidan que estaban haciendo cuando se cargaron a Kennedy- hay una cosa que quiero resaltar aquí, porque de alguna manera afecta a esta Zamora que elegí para vivir hace más de 20 años.


Me refiero al testimonio que prestó, en la birria de programa que se partió la Sexta, el más cunero de nuestros nunca bien ponderados diputados: me refiero a Gustavo Arístegui que, aunque no se si conoce siquiera la provincia de vista, lleva casi tres años representándola en el Congreso.


Gustavito, que tenía 17 años en aquel momento y que era hijo del, por entonces, nada menos que Gobernador Civil de Guipúzcoa, ha contado que se colocó en la solapa una bandera constitucional y se lanzó a la calle a pegarse con la extrema derecha golpista...


Lo cierto es que su visión fue muy beneficiosa para mi insuficiencia renal… Disculpen ustedes la grosería, pero me meaba de risa… Literalmente.


La verdad es que, digan lo que digan Javier Cercas, Francisco Laína y tantos y tantos más, en el 23 F hay muchas cosas que siguen sin estar claras. Golpe duro, golpe blando, golpe gaullista… ¿Por qué se empeña el rey, contra el criterio de Suárez y de Gutiérrez Mellado en traer a Madrid, desde Lérida, al general Armada, para nombrarle nada menos que Segundo Jefe del Estado Mayor Central? ¿Cómo es que no estaban intervenidos los teléfonos de militares que se sabía estaban implicados en el golpe? ¿Qué papel jugó el CESID en todo esto?…


Pero no se preocupen: tampoco sabemos quien mató a Kennedy

martes, 15 de febrero de 2011

LA GALA DE LOS GOYA


Interesado, sobre todo, por el discurso del ya dimitido presidente de la Academia de Cine, el domingo por la noche vi en televisión la gala de entrega de los premios Goya, que cumplía su 25 aniversario. Ayer, he pasado parte de la tarde buscando en Internet las reacciones a lo expuesto por Alex de la Iglesia, que he de confesar que me gustó bastante.


En la búsqueda he tropezado con un artículo que firma NEGA (LCDM) y que publica Kaosenlared, una revista electrónica y foro de discusión que recomiendo vivamente a los oyentes.


NEGA, que se confiesa estudiante de comunicación audiovisual, aparte de algunos exabruptos que no es fácil compartir, dice algunas verdades como puños y me voy a permitir dedicar mi comentario semanal a la glosa de alguna de sus opiniones.


Es cierto que resulta chocante y un poco de risa oír los lamentos de “esos que dicen morirse de hambre [y] desfilaban con sus trajes de diseño y sus joyas de alta alcurnia. `Te queda muy bien el vestido´, comentaba un paparazzi. ´Gracias, Carolina herrera estará muy contenta´, respondió la expresidenta de la Academia y actual muerta de hambre, Aitana Sánchez Gijón.” No parecía sino que los famélicos eran como aquella Rosalía Pipaón de la Barca, la De Bringas, que describiera Galdós en el siglo antepasado y que sólo cenaba acelgas para poder hacer frente a sombreros y cancanes que lucir en los teatros a los que acudía siempre con invitaciones de favor y “gratis causa”.


Decía NEGA también que a él le gusta ir al cine y que prefiere la pantalla gigante y el sonido envolvente que la menuda pantalla de su PC portátil. Pero dice que no tiene dinero para ir al cine todas las semanas. “No deja de ser irónico –añade- que nos exijan visitar las salas de cine mientras abaratan el despido, nos hacen trabajar hasta los 67 años y nos reducen la pensión.”


Dice también: “Nos llaman ladrones, somos los mismos que vamos a ver sus películas ¿o son tan ingenuos que piensan que al cine sólo va una reducida elite que carece de conexión a internet y que nunca baja una película por principios? ¿Son gilipollas? Mucho me temo que sí […] Nos llaman ladrones, el mensaje que a duras penas disfrazan es claro: el que quiere disfrutar de la cultura que la pague, el que no, que se joda y mire programas basura en la tele, que son gratis.”
Habla también de lo que cobran bastantes de estos divos que se lamentaban de su suerte y hace, además, una encendida defensa del ya expresidente de la Academia.


Yo me uno a esa defensa de Alex de la Iglesia, un buen director de cine y un hombre inteligente que ha sabido modificar sus posiciones cuando le han demostrado que no tenía razón y encima dimite de un cargo para dejarlo claro.

martes, 8 de febrero de 2011

LA PLAZA DEL ALCALDE


La noticia es del jueves pasado, pero yo la he conocido ayer escuchando la radio: el alcalde de Fermoselle, que lo es desde 1992 y siempre por el Partido Popular, Manuel Luelmo, ha decidido renombrar la plaza mayor de su pueblo dándole nada menos que su propio nombre: Hasta este año, y recuerdo a los oyentes que estamos en 2011 y tenemos una Constitución que se dice democrática desde 1978, las calles principales del pueblo conservaban los nombres de Francisco Franco, Calvo Sotelo, Primo de Rivera o Sanjurjo.


En un prodigio de modernidad democrática, el Sr. Alcalde ha decidido, finalmente, cambiar estos nombres, pero ha pensado que nadie mejor para sustituirlos que los propios alcaldes que han ido pasando por tan importante cargo, incluyendo cuatro del franquismo, aunque mucho me temo que, aunque elegidos, franquistas han continuado siendo casi todos, pues parece ser que uno que no lo era, sólo duró en el cargo 15 meses.


Esto si que es memoria histórica de la buena… ¿No queríais caldo? ¡pues tomad tres tazas! Y la plaza mayor para mí, que para eso vivo en ella.


A Fermoselle hace algunos años que no voy: recuerdo del pueblo sus calles en cuesta con larguísimas numeraciones estilo calle Alcalá o Bravo Murillo y las numerosas placas que recordaban las donaciones en memoria de una tal Conchita Regojo, cuya familia parece ser que hizo mucho dinero surtiendo de vestuario al ejército franquista durante nuestra guerra civil.


También he recordado el caso de “soberanía popular” que Unamuno cuanta a propósito de Fermoselle, en su libro “Mi vida y otros recuerdos personales”. Habla D. Miguel de “el Doroteo”, un fermosellano que emigró a Argentina, donde, al parecer, oyó hablar con admiración de aventureros como Juan Moreira o Pastor Luna, héroes del gauchaje, y optó por convertirse, al regresar a su pueblo, en matón y valiente profesional.


Andaba, a su regreso, revuelto el pueblo por unos arriendos de consumos con que unos cuantos ricachos agobiaban a sus paisanos. Los consumeros emplearon al Doroteo para cobrar sus recibos y en poco tiempo acabó convirtiéndose en una especie de sheriff con mando absoluto en los destinos del pueblo: detenía, castigaba y cometía toda clase de abusos que las autoridades amparaban.


La cosa llegó hasta el jueves del Corpus de 1901, cuando pretendió parar un baile en la plaza y un vecino le hizo frente: el valentón se arrugó y arrojó la navaja mientras se retiraba para acudir al revolver. Entonces el pueblo reaccionó, persiguió al Doroteo, cercaron la casa donde se escondía y sólo lo dejaron cuando yacía moribundo en una de las habitaciones. “Y es así –dice Unamuno- como fue cazado y linchado el Doroteo en Fermoselle, el día del Corpus”.


No creo yo que haya que llegar a tanto… Pero una buena patada de los follacos –que así se suele llamar también a los de Fermoselle- en algunas asentaderas municipales, simplemente metiendo el voto en la urna el próximo mes de mayo, me parece un acto de higiene democrática.

martes, 1 de febrero de 2011

PACTO POR LAS PENSIONES


Quería yo hablarles hoy del pacto sobre las pensiones y de la sorpresa que no deja de producirme el que algunas gentes que se llaman de izquierda celebren el engendro, cuando menos, como un mal menor, en estos momentos en que, por lo visto, sólo pintan bastos.


Como ya he dicho otras veces, tengo gusto por la historia y el asunto no deja de recordarme a aquel contemporáneo español del Conde-Duque de Olivares, que afirmó, ante el declive imparable del Estado y del Imperio, y para justificar el fracaso de las reformas del Conde-Duque: “Es así que nos vamos acabando, pero, en otras manos, habríamos acabado más presto”.


El problema es que, con su actitud, los sindicalistas mayoritarios favorecen que el presto, presto, acabemos en otras manos que supongan precisamente su final definitivo y entonces si que será el llanto y el rechinar de dientes. Ojalá no se pueda decir, en estos inicios del siglo XXI, de la grandeza de los sindicatos históricos, aquello que Quevedo decía de nuestro Felipe IV El Grande: “Si, grande como los hoyos del campo, mas grande cuanto más tierra le quitan”


Yo también fui ala huelga el 29 de septiembre pasado, y me manifesté en las calles de Zamora, y me descontaron un pastón de mi ya recortada nómina. Por eso me molesta tanto que gente como Luís García Montero digan que celebra este acuerdo porque ha conseguido recortar los recortes.


Pero volvamos a la historia, que tengo la tensión muy alta y debo cuidar mi insuficiencia renal. Cuenta Hobsbawm que cuando el primer ministro francés, Edouard Daladier, que era bastante cabroncete, regresaba a París, tras haber firmado en septiembre de 1938 el famoso Pacto de Munich, que permitía a Hitler tragarse Checoslovaquia y crucificaba definitivamente a la República Española, temía los reproches de sus ciudadanos por la bajada de pantalones. Al contrario, en la estación lo recibieron con vítores y algarabía festiva. Daladier, despectivamente dijo: “bande de cons”, que viene a ser algo así como; “¡Banda de gilipollas!”


No puedo dejar de pensar que alguno de los sindicalistas que han firmado el pacto de las pensiones, cuando vea tanto ditirambo para la racionalidad y responsabilidad de los sindicatos, piense lo mismo: “¡Que partida de gilipollas!”.