martes, 24 de febrero de 2009

DIMISIONES


Hoy quería yo hablarles de dimisiones. En nuestra historia, llamada contemporánea, tenemos algunos ejemplos, desde la un poco surrealista de D. Estanislao Figueras que, más que dimitir, lo que hizo fue, si creemos a Fernández Almagro, realizar un discreto corte de mangas diciendo “ahí os quedáis” y coger en secreto un tren para París, hasta la dignísima de quien fuera su segundo sucesor en la presidencia de la Primera República Española: D. Nicolás Salmerón, catedrático de Historia y Metafísica, dimitió sencillamente por negarse a confirmar una última pena. El epitafio de su tumba me conmovió siempre: “Dejó el poder por no firmar una sentencia de muerte”.

Recientemente hemos asistido a dos sucesos que demuestran muy diferente talante. Mientras en Méjico, en Ciudad Juárez, dimite el jefe de Policía para evitar que los “narcos” cumplan la amenaza de cargarse a uno de sus policías cada 48 horas, en Italia algunos políticos de la derecha reclaman la castración quirúrgica de determinados delincuentes y se autoriza la formación de partidas de la porra integradas por ciudadanos de orden, en la línea de sus históricos “squadristi” o, más propiamente, de nuestros castizos somatenes y “defensas sociales”, formados por los probos y muy católicos jóvenes mauristas.

La dimisión del día es la que ayer ejerció el ya ex ministro de Justicia Fernández Bermejo. Le recuerdo hace un tiempo espetándole con altanería a una joven diputada de Ezquerra Republicana que ya los años le darían la experiencia suficiente para poder navegar en los mares procelosos de la política. Pues él, con todos sus años de saberes adquiridos, la ha cagado.

Nunca he creído que tenga el menor fundamento el esperpento conspirativo que el PP ha montado con la famosa cacería, aparte de que matar muflones y jabalíes me parezca de un mal gusto supino. Pero un ministro no puede cazar sin licencia, ni conducir sin carné o sin seguro, ni colarse en el teatro o en el metro… Fuera de que la responsabilidad administrativa sea leve o grave, existe la responsabilidad política y de ésta se responde con la dimisión.

martes, 17 de febrero de 2009

DIRECCIÓN POR OBJETIVOS


Hace algo más de 50 años que Peter Drucker y George Odiorne se parieron la milonga de la “dirección por objetivos”. Estas sofisticadas técnicas de explotación y control comenzaron a difundirse en nuestro país en los setenta y ochenta del pasado siglo por obra y gracia de las omnipresentes multinacionales, pero, ¡oh, desgracia!, como nuestra Administración andaba en esos años cuajada de catetillos ambiciosos a los que se les acababa de despertar una súbita vocación política, la novísima “dirección por objetivos” fue inmediatamente asumida en todos los ámbitos de la cosa burocrático-funcionarial.

Mucho más antiguo que este invento es el Panóptico, aquel modelo de arquitectura industrial que diseñara Samuel Bentham –el hermano del filósofo Jeremías Bentham- en 1786, por encargo del príncipe ruso Grigori Potemkim: dos anillos concéntricos y celulares de edificaciones perfectamente controlables audiovisualmente desde una torre de vigilancia central. El modelo, que se utilizó para cárceles, escuelas, cuarteles, hospitales y fábricas, sirvió a Foucault como metáfora del régimen disciplinario al que un mundo concebido así nos conducía. Esas arquitecturas no tenían como fin dar habitats o representar a los individuos que las ocupaban, sino que, como auténticos dispositivos performativos, estaban destinados a producir los sujetos que decían albergar. Hoy, en el mundo de la comunicación instantánea, la torre de vigilancia y las estructuras circulares han perdido virtualidad.

Una red de terminales de ordenador interconectados las sustituye con ventaja, como cualquier programa integrado de objetivos de cualquier Administración o empresa demuestra con toda claridad. Es el programa y la gestión horizontal y vertical de objetivos y resultados lo que constituye al funcionario, y, si no, ahí están las sanciones y los premios de productividad para lograrlo.

No es extraño, por lo tanto, que trasladar los abstractos objetivos de seguridad ciudadana a la buena comprensión del policía de calle se traduzca en fijarle un número mínimo de detenciones de ciudadanos de determinada nacionalidad o raza. El sistema se alimenta a sí mismo. Pero no lo olvidemos: fueron eficientes burócratas, que no se separaban un ápice de la legalidad vigente, los que llevaron a cabo la SOLUCIÓN FINAL durante la Segunda Guerra Mundial.

martes, 10 de febrero de 2009

ANTiGÜEDADES


A una periodista de El País, muy “modelna” ella, que ha debido hacer su aprendizaje en la escuela “tonti-pijo-fashion” del suplemento dominical, mamando en las ubres culturales de Maitena y otros genios de la comunicación; a esta periodista, digo, le ha hecho mucha gracia que, en la primera reunión del Consejo Político de Izquierda Unida, Cayo Lara haya hecho una cita, no precisamente literal y un poco excesivamente actualizada, acerca de un contenido bastante más amplio que se encuentra en el tomo III, capítulo 30, de “El Capital” de Marx.

La frase en concreto dice: “Los propietarios del capital estimularán a la clase trabajadora para que compre más y más bienes, casas, tecnología cara, empujándoles a contraer deudas más y más caras, hasta que la deuda se haga insoportable. La deuda impagada llevará a la bancarrota de los bancos, los cuales tendrán que ser nacionalizados”.

No es precisamente la falta de literalidad de la cita lo que ha llamado la atención de la periodista. ¡Menuda antigualla! viene a decir Doña Vera Gutiérrez Calvo en el primer diario nacional. ¡Qué retro!, ¡qué cutre!, ¡qué casposo! ¡una cita de hace 142 años! Otra cosa sería si la hubiese tomado del mediático y optimista Leopoldo Abadía y su crisis ninja, que lleva cuatro ediciones de su libro sólo en este mes de enero de 2009. ¿Pero de Carlos Marx? ¡Uy, qué obsoleto!

Mucho más pasada de moda le parecerá a la periodista la cita que voy a enjaretarles ahora. Esta si es literal. Escuchen: “Acostúmbrate a pensar que la muerte nada es para nosotros. Porque todo bien y mal reside en la sensación, y la muerte es privación del sentir. Por lo tanto, el recto conocimiento de que nada es para nosotros la muerte hace dichosa la condición mortal de nuestra vida, no porque le añada una duración ilimitada, sino porque elimina el ansia de inmortalidad.”

Estas palabras tienen más de 2.300 años. Las escribió Epicuro en su “Carta a Meneceo”. Y tiene razón, como la tiene Carlos Marx, digan lo que digan Berlusconi y el papa.

lunes, 2 de febrero de 2009

WALLERSTEIN EN MADRID


Había pensado yo hablarles del espionaje en la Comunidad de Madrid y de la crisis abierta en el Partido Popular por todo este culebrón de extorsiones, dossieres y demás marranadas… Pero anoche escuché al presidente de la Banca española y recordé la frase del Conde de Romanones definiendo la política como una “sucesión ininterrumpida de acontecimientos triviales” motivada por un ansia de poder que sólo cabe equiparar con las pasiones sexuales. Como no quería indagar en la libido de Esperanza Aguirre y compañía, hube de recalar en otra fase lapidaria del cojitranco Conde: cuando D. Álvaro se enteró de que, pese a las promesas ofrecidas, no había tenido un solo voto para su ingreso en la Real Academia de la Lengua su comentario fue definitivo: “¡Joder, qué tropa!”

Lo del Sr. Miguel Martín, como presidente y representante de la Banca española es más serio. La culpa de la crisis la tenemos nosotros, pobres tontos del culo, que nos hemos endeudado en exceso, haciendo sufrir a los pobres banqueros mientras nos vendían su salvífico crédito y ganaban con ello cantidades astronómicas. No queda más solución que los tontos del culo paguen la crisis con sobretrabajo mucho peor pagado, para que a ellos no les disminuya la tasa de ganancia, piedra filosofal del capitalismo expansivo que, por desgracia, tiene la tendencia natural a disminuir.

El pasado jueves estuvo en Madrid Inmanuel Wallerstein, sociólogo y economista estadounidense, y uno de los más grandes pensadores marxistas vivos que hay. Este profesor, que pronosticó la implosión soviética en pleno auge de la guerra fría a base del estudio de los ciclos económicos de largo alcance, sostiene que las posibilidades de acumulación del capitalismo se han agotado y que podemos estar seguros de que en 30 años ya no viviremos bajo el sistema mundo capitalista.



La presentación de Wallerstein en un acto multitudinario en la facultad de Ciencias Políticas de Madrid la hacían dos jóvenes profesores de esa facultad: Pablo Iglesias e Iñigo Errejón. Perdónenme la inmodestia, pero Pablo Iglesias es mi hijo.