martes, 3 de marzo de 2009

POPULISMO PUNITIVO


Creo que ya lo he contado alguna vez: andaba yo en segundo de derecho estudiando el “Compendio de Derecho Civil” de D. Federico de Castro y Bravo, cuando tropecé con la definición: “No diremos con los corifeos de la Escuela de Viena que el derecho sea la voluntad racionalizada del vencedor”. La voluntad racionalizada del vencedor…, la definición superaba con mucho la de Ulpiano, los escolásticos o las de los románticos historicistas o iusnaturalistas a las que yo estaba acostumbrado: no era consoladora, pero era realista y añadía, además, el término “racionalizada” que la separaba de la mera arbitrariedad del poderoso.

Y es precisamente de esa racionalidad de lo que yo quería hablarles. Que unos padres desesperados por el asesinato de sus hijas reclamen mayor contundencia en los castigos es perfectamente comprensible. Pero la compasión que su dolor inspira no nos puede cegar hasta caer en la irracionalidad, por mas que muchos medios de comunicación y los demagogos del momento parezcan empeñarse en lo contrario. Y, sin embargo, esta desgraciada tendencia que hoy se conoce como “populismo punitivo” –el endurecimiento de los Códigos Penales a partir de un morbo vengativo natural o provocado- va en aumento.

Hace algo mas de dos décadas que comenzó, en Estados Unidos, lo que daría en llamarse política de tolerancia cero. Una orientación policial conocida como “broken windows” –ventanas rotas- condujo a que las más mínimas infracciones, o incluso sospechas, debían ser objeto de medidas represivas para que el delito no fuera a más. Se construyó así, paralelamente, lo que ha terminado siendo la “Criminología de la Intolerancia”, con el aumento exponencial de las distintas policías, la fijación de las detenciones preventivas como objetivos y la privatización de las prisiones y centros de custodia.

No nos engañemos: pese a su aparente modernidad son los mismos conservadores de siempre, esos que piensan que tranquilidad viene de tranca. Es evidente que los hombres no somos ángeles: yo mismo experimento unos enormes deseos de estrangular a Juan Manuel de Prada cuando oigo las bobadas que expele en “Intereconomía”. Pero me comprimo, cambio de canal y me hago el firme propósito de no volver a leer nada de este tipo. Otras veces, simplemente me río.

1 comentario:

pablo dijo...

Lo distribuyo entre juristas de izquierdas...Es magnífico.