martes, 4 de enero de 2011

FUMANDO ESPERO



Tendría yo unos doce años cuando en la calle de la ese, que unía Serrano con la Castellana en Madrid, fumaba mis primeros cigarros: unos “paxton” que Prieto, un compañero de curso, había sustraído hábilmente a su señora madre. También recuerdo, poco después, unos purazos de 30 centímetros que el general Salcedo, padre de otros compañeros de colegio, debía reservar para mejores fines… La calle de la ese ya no existe, fue demolida para hacer el puente que une Juan Bravo con Rubén Darío, por encima de la Castellana, y los puros los he sustituido por mi magnífica colección de pipas de todos los tamaños.


Desde entonces, y a pesar de los tropiezos de mi fementida salud, no he dejado de fumar un solo día de mi vida, ni siquiera en los sótanos de la Dirección General de Seguridad, donde la única amabilidad que se consentían los “grises” de guardia era darte fuego, del que te habían profesionalmente privado en el preceptivo cacheo de recepción; ni siquiera en el doliente lecho hospitalario, donde siempre me las ingenié para burlar la vigilancia de las maternales enfermeras.


No puedo hacer reproches a mi voluntad,


“la voluntad, eso si
mueve montes, seca pontos
no conozco mas que tontos
que tuvieran voluntad”-,


porque tampoco he intentado dejar de fumar ni una sola vez y con ello me he evitado los traumáticos resultados del fracaso.


2011 comienza con la estúpida y descomunal prohibición de fumar en casi cualquier sitio. Habré de volver a esa ya soñada calle de la ese de mis doce años o buscar oscuros y recónditos callejones de esta Zamora de adopción, alejados de parques infantiles, colegios o institutos, donde poder dar rienda suelta a mi pasión por el humo: somos Píramo y Tisbe yo y mi pipa.


Y seguiré fumando a escondidas mientras me afean la conducta unas subnormales supersanas que gastan ochocientos euros mensuales en dietas estrictas para parecerse cada vez más a Belén Esteban. No se crean, que lamento coincidir en esto con el listo de Javier Marías, con el que, por lo demás, no coincido en casi nada.


Y seguiré fumando, aunque se empeñen en que fumar sea un riesgo laboral. ¡riesgo laboral es que no te permitan jubilarte hasta los 67 o más años y que no le dejen a uno morirse de lo que le salga de los santos huevos!

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