martes, 23 de febrero de 2010

EL DISCURSO DEL OTRO


Hace ya bastantes años, cuando realizaba los cursos de doctorado en la Universidad de Salamanca, asistí a un seminario que, dentro del programa de cursos, impartía una guapísima psicoanalista argentina que se llamaba Wilma Cocoz. El seminario versaba sobre las aportaciones de Jacques Lacan al psicoanálisis freudiano y allí me enteré de que Lacan identificaba el inconsciente con “el discurso del otro”.


Pero no se alarmen: no voy a dedicar mi comentario a la “palabra vacía”, “la estructura”, “la transferencia” o la “fase especular”… Simplemente voy a jugar con las palabras para afirmar que es bastante inconsciente aceptar como propio el discurso del otro.


Ya saben ustedes que hoy, 23 de febrero, comienzan las manifestaciones contra “el pensionazo” promovidas por las centrales sindicales mayoritarias. Hoy en Madrid, Cataluña, Oviedo, Ceuta, la Rioja y el País Valenciano; mañana en Andalucía; el 27 en Bilbao; Aragón y Galicia el 2 de marzo; Castilla y León el 4 y el 6 en Extremadura… ¿Por qué este rosario de manifestaciones? ¿Se trata de dosificar la protesta y no cansar demasiado? ¿No podía haberse elegido un día y una hora común, al menos en el huso horario que rige en la parte peninsular del país? Yo todavía recuerdo con nostalgia aquella frase de Mao de que si los 600 millones de chinos del momento decidían a la vez dar una patada en el suelo, podían hacer cambiar la órbita terrestre…


Más grave me parece que en el discurso que se emplea en la negociación de la reforma laboral se hable de flexibilización y de excesiva segmentación entre trabajadores con contratos fijos y temporales, pero no se planteen afrontar la reforma de la subcontratación y de la externalización que convierten en un laberinto sin fin la “vida laboral” de un joven de 23 años. Más grave me parece que las cúpulas sindicales insistan en la separación definitiva de las fuentes de financiación de la Seguridad Social, separando tajantemente la asistencial de la contributiva, sin comprender que el problema de la Seguridad Social es político y no actuarial.


Las bases sindicales deben estar atentas y no consentir estas contemporizaciones de sus cúpulas, sobre todo cuando, consciente o inconscientemente, terminan por aceptar el “discurso del otro”.

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