martes, 28 de abril de 2009

EL CAMBIO DE ROSA AGUILAR


Cuando yo era muy joven discutí alguna vez con mi padre sobre la figura de aquel hombre digno que fue Joaquín Ruiz Jiménez: yo alegaba su pasado de ministro franquista y su vaticanismo impenitente. Mi padre, desde sus años y experiencias, me recordaba: si, ha cambiado, pero este hombre ha cambiado para perder; podía haber sido lo que le hubiese dado la gana en el régimen de Franco, pero prefirió arriesgarse a la persecución y a las multas de sus “Cuadernos para el Diálogo”.


Estos cambios “a perder” son raros en política. Lo normal es lo contrario: ahí están los cambios de los Curiel, los Solé Tura, los Antonio Gutiérrez, por no hablar de los mas pendulares de Pilar del Castillo, Piqué o Rosa Díez…


Los cambios no se dan sólo en los que vivien directamente de la política. La esquizofrenia para ganar alcanza a gentes que van desde los Gerardos y los Dámasos, de los que hablara Neruda hasta Rosita Montero o Jiménez Losantos, desde el “anarquista” Savater hasta el “trotskista” Vázquez Rial, desde Vargas Llosa hasta Sánchez Dragó…


El último bandazo lo ha protagonizado la alcaldesa de Córdoba, Rosa Aguilar, fichada por José Antonio Griñán para el Gobierno socialista de Andalucía. Lo malo de tanto baile es que, al final, le terminarán dedicando un soneto como el que, probablemente el carca e ingenioso Jaime Campmany dedicara a aquel maestro del disfraz que fue Emilio Romero. Escuchen:

“Dime, Emilio Romero, por tu vida
cuál será hogaño el sol que mas caliente
cuál el ministro más longuipotente
cuál el árbol de sombra más tupida.

Dime como conjugas a medida
el pasado, el futuro y el presente;
cómo llevar, al que entra, la corriente;
cómo espolonearle a la salida.

Conservador tenaz, “progre” fecundo
anteayer liberal, hoy socialista
mañana reaccionario en un momento

Emilio: cuando dejes este mundo
no habrá perdido España un periodista
¡España habrá perdido un Parlamento!”

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