miércoles, 12 de marzo de 2008

MERCADO


El pasado viernes, en la charla que no pude dar por la suspensión de la campaña electoral antes de tiempo, iba a terminar con unos versos de Claudio Rodríguez.

No me resisto a leérselos. “La contrata de mozos”, se titula el poema:

“Ved aquí el mocerío. A ver ¿quién compra
este de pocos años, de la tierra
del pan, de buen riñón, de mano sobria
para la siega; este otro, de la tierra
del vino, algo coplero, de tan corta
talla y tan fuerte brazo, el que mas rinde
en el trajín del acarreo? Cosa
regalada.”

Quería yo comparar estas contratas de antaño en las plazas de los pueblos con los sofisticados sistemas que hoy emplean los encorbatados y agresivos gestores de las empresas de recursos humanos. Y tomaba un ejemplo real de ingeniería laboral descrito en una página de Internet: el puesto al que se aspira es de reponedor de supermercados, mas o menos la siega y el acarreo de nuestros tiempos.

Primero va a una ONG (primer despacho, primera entrevista), que pasa sus datos a una empresa que se dedica a “gestionar” mano de obra (segundo despacho, segunda entrevista), que a su vez intermedia con la subcontrata (tercer despacho, tercera entrevista y con suerte destino definitivo) que se encarga de la reposición de mercancías en la gran superficie correspondiente (cuarta empresa, o mejor dicho, ente celestial, principio y fin de la creación, inaccesible por definición al mortal aspirante a simple reponedor con contrato temporal y precario)

Pero es el mercado, el sacrosanto e inmutable mercado gracias al cual somos tan ricos y felices. Y en el mercado electoral, los que pensamos que esto puede y debe cambiarse, nos hemos quedado con solo 2 diputados.

Pues, aun así, seguimos teniendo razón.

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