Yo siempre he sido un gran admirador de García Lorca. De niño, fueron sus poesías las primeras que me enseñaron a recitar
La luna vino a la fragua
con su polisón de nardos...
No en balde mi padre había escrito varios libros sobre el poeta (“García Lorca. El poeta universal” y algunos epítomes en ediciones de bolsillo). He conocido la polémica por la noticia de la condena a Luís García Montero a 1800+3000 euros de multa e indemnización por insultar a otro profesor de la Universidad de Granada que venía a sostener, según él, que García Lorca era un fascista.
Vaya por delante que García Montero, aunque no tanto como Lorca, es otro poeta que me gusta mucho. Naturalmente imaginé al profe de Granada (José Antonio Fortes se llama): pelo para atrás, bigotillo facha y esa desvergüenza de la que hacen gala los cachorros de Esperanza Aguirre cuando dicen, eso si, sin complejos, que Che Guevara era un canalla.
Pero estos son los inconvenientes del periodismo simplificador: me equivocaba. Ayer leí en “Rebelión” –útil periódico digital que recomiendo vivamente a los oyentes- sendos artículos de David Becerra Mayor, Matías Escalera Cordero y Santiago Alba y otros, que ofrecían una versión bien distinta de la personalidad de José Antonio Fortes, como profesor marxista de literatura que ejercía su trabajo con las armas de la crítica, aunque sin pasar, naturalmente, a la crítica de las armas.
Intrigado, seguí buscando en la red de las redes y di con una bien trabada carta de un colectivo de alumnos de Granada donde se defendía al profesor Fortes y donde se aclaraba que no había llamado fascista a Lorca, sino que se limitaba a la crítica del populismo de sus temas en una estética coincidente, en algunos casos, con el fascismo.
Seguí mi búsqueda y encontré, por fin, algunos artículos del propio Fortes publicados en “Rebelión”, “Youkali” y en “Jiribilla”. Con este último, titulado “Populismo y Literatura” se me cayeron los palos del sombrajo. Aunque contenían sugerentes críticas a Manuel Rivas o a Javier Cercas, se descalificaban ellas solas por su desmesura (“mercancías ideológicas para la socialización de los principios de la traición, verbo y escritura pedestre, de picapedreros… y así casi todo). Lo de Lorca y Ayala es, cuando menos, muy discutible.
No parece coherente, además, que quien predica una conciencia de clase tan antagónica con los valores burgueses, acuda a un juez que ha jurado o prometido la Constitución de 1978 y que aplica el Código Penal vigente, precisamente en defensa de un valor tan aristocrático como el honor injuriado, por mucha proyección mediática que tenga el señor García Montero.
A este le deseo sosiego y que recuerde que, al fin y al cabo
Señores guardias civiles
aquí pasó lo de siempre
que han muerto cuatro romanos
y cinco cartagineses
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