Estaba indignado. Mi hermano Santiago, que es jefe de la sección de oncología ginecológica en el Hospital de la Candelaria de Santa Cruz de Tenerife, estaba indignado con las últimas declaraciones del Papa sobre los preservativos.
Efectivamente, en el libro-entrevista del periodista alemán Peter Seewald, Benedicto XVI considera justificado el uso del condón en casos extremos, como por ejemplo la prostitución masculina. Mi hermano, que no se cansa de aconsejar su uso a sus pacientes, sean de la ideología que sean o practiquen la religión que practiquen, me cuenta que ninguna, en tan difíciles circunstancias, ha rechazado su consejo, pese a todas las prohibiciones que se empeña en imponer la Iglesia Católica.
Yo, que ya soy viejo, aunque no lo parezca y hace ya años leí, entre el asombro y el asco, un libro como el Levítico, para intentar entender toda la casuística supuestamente moral que pretenden imponer las llamadas religiones del libro (ya saben todo aquello de la inmundicia del flujo, las efusiones del semen y el sacrificio de tórtolas o pichones…), creo haber entendido el trasfondo de las declaraciones papales, aunque, desde luego, no hayan resuelto todas mis dudas.
Lo que viene a decir es que, como, de momento, en las relaciones entre hombres no existe el peligro de la concepción, cuando haya riesgo, puede usarse el maldito preservativo. El asunto me ha traído a la cabeza los “Casos de Conciencia”, diálogo moral que Joaquín López de Barbadillo atribuye a D. Antonio Alcalá Galiano y al Duque de Rivas. Pregunta allí el Duque, como podría preguntar ahora cualquier dubitativo parroquiano:
Si un timorato varón
viendo imposibilitada
a su mujer, por preñada
o bien por la menstruación,
cayese en la tentación
de dar, por mera flaqueza
suelta a la naturaleza
por vaso no competente
¿Usted, D. Antonio, siente
que cometerá impureza?
¿Ustedes qué piensan? Yo, como Axterix, que están locos estos romanos.
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