Álvaro Espina, cuando era Secretario de Estado de Empleo y Relaciones Laborales, en 1991, promovió la reedición, por el Centro de Publicaciones del Ministerio de Trabajo y Seguridad Social, de un curioso libro que ya tenía algunos años: “Historia e influencia social de la patata”, terminado de escribir en 1949 por el profesor de Cambridge Redcliffe N. Salaman.
Naturalmente, como pasaba entonces con casi todas las publicaciones del Ministerio, el libro fue rápidamente distribuido a las Inspecciones provinciales, despertando un sinnúmero de comentarios irónicos de los funcionarios que, al parecer, preferían las elucubraciones neoliberales del Sr. Sagardoy Bengoechea.
El libro -818 páginas de densa lectura- era, sin embargo, un interesantísimo repaso por la influencia que ha ejercido la patata sobre la estructura social y económica de los distintos pueblos en momentos diferentes.
Si hoy me he acordado de esta “Historia social de la patata” ha sido por la feliz ocurrencia que ha tenido, la semana pasada, la Plataforma de Defensa de la Vega de Villagodio repartiendo humildes patatas a los ciudadanos, como recordaba Laura Rivera el sábado en “La Opinión”.Expresaban la protesta contra la construcción en su vega de un “centro logístico” y “vivero de empresas de nuevas tecnologías y alto valor añadido”, macroproyecto a mayor gloria de unos cuantos avispados que pretenden hacer un suculento negocio, consiguiendo fondos europeos.
Con el nombre de “Cúpulas del Duero” –ojo que dice cúpulas y no cópulas, como insinuaría maliciosamente nuestro Paco Molina-, con el nombre de “cúpulas”, insisto, pretenden erigir no la de Brunelleschi, que ya fue una exageración, sino una especie de carpa-invernadero donde, sin más, van a crecer empresas de nuevas tecnologías como los champiñones en las cuevas.
Pero para eso, y como si no hubiera otros lugares más adecuados en las proximidades de Zamora –los polígonos semidesérticos que la rodean, por ejemplo- han elegido una tierra fértil, regada por el canal Toro-Zamora.
No estamos obligados a elegir entre la lógica y la logística, como muy bien decía Laura Rivera.
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