No dejan de sorprenderme las modernas técnicas publicitarias y sus maneras de impactar sobre el oyente-espectador: una compañía telefónica, en el colmo de la modernidad, nos ofrece a una rubia gordezuela y con frenillo que nos informa de sus problemas económicos (la “zubida” de los “precioz”, la “gazolina”…) para exponer a continuación la “facilidaz” con la que ha cambiado su conexión a Internet ahorrándose la prodigiosa suma de “dieziziete” euros. No es que no se disponga de actrices de mejor dicción, es que se trata de llamar la atención y vaya si lo consiguen.
Estas reflexiones nos han llevado a algunos maliciosos a pensar si lo ocurrido el pasado miércoles en Zamora, en el cruce de las calles San Torcuato y Pianista Berdión, no será un avanzado ardid publicitario de nuestro vanguardista Ayuntamiento para ayudar al turismo en época de crisis.
Ya saben: la proyección de una película porno en un chisme llamado “mueble urbano para la presentación de información”. El mueble, o “meuble”, en cuestión debía servir para introducir los datos personales y poder usar las bicicletas que el Ayuntamiento pone a disposición de los eventuales ciclistas. Sin embargo en la pantalla, táctil para inri, lo que aparecían eran las gimnásticas evoluciones de unos atletas sexuales entregados a la más placentera de las actividades. La proyección se detenía después de un rato y, según me han contado, era preciso reanudarla manualmente pulsando un “intro” en el centro de la pantalla sobre el turgente pezón de una de las preciosas acróbatas.
Si la cosa es así, el Ayuntamiento debe tener cuidado: Ramoncín podría exigirles los derechos de la Sociedad General de Autores sobre alguno de los culos proyectados.
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