Cuando hace unas semanas vimos al presidente Zapatero reunirse con Felipe González, Solbes y Delors había que echarse a temblar. Cuando después lo hemos visto acudir a Davos a recibir capones de los poderes económicos realmente existentes, la tembladera ha ido convirtiéndose en progresivo baile de San Vito.
El anuncio de un recorte de envergadura en el sistema público de pensiones, elevando la edad de jubilación a los 67 años y pretendiendo subir el periodo de cómputo para el cálculo de las pensiones, es un ataque en toda regla a la línea de flotación de nuestro ya escuálido estado del bienestar. ¿Para esto han servido los tan cacareados Pactos de Toledo que pretendían garantizar la sostenibilidad del sistema contributivo de la Seguridad Social? ¿Es que no existen otras formas de financiación mediante los correspondientes y progresivos impuestos, para mantener a flote el sistema?
Cuando yo estudiaba la naturaleza jurídica de las cuotas de la Seguridad Social una de las teorías la configuraba como un salario diferido. El ajuste de la crisis en el capitalismo se realiza siempre desplazando la misma a los costes en forma de desempleo y en forma de bajada de salarios, ahora se hace, incluso, con los costes del futuro y haciendo mangas y capirotes de cualquier derecho adquirido. Al final la crisis la pagan sólo los trabajadores de ahora y de mañana, mientras la tasa de beneficio de capital se mantiene porque si no la cosa no funciona.
Así unos seguirán disfrutando de aviones privados, bonos, yates, viviendas de ensueño y paraísos a su medida, mientras la mayoría se ajusta el cinturón.
Y este viernes, si nada lo remedia, anuncio de la reforma laboral. Si los sindicatos de este país siguen impasibles ante este giro a la derecha de nuestro desorientado gobierno, más les vale echar el cierre y dedicar las subvenciones a sufragar el famoso déficit de las narices.
Espero, esperamos, que reaccionen. Si no, la derrota va a ser de las que hacen época.
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