Discúlpenme que insista. La semana pasada, por motivo de enfermedad, hice mi comentario tarde y apresuradamente y me resisto a dejarme cosas en el tintero.
Si las advertencias sindicales dejaron algo ambiguo el resultado del Consejo de Ministros del viernes sobre la reforma laboral, las verdaderas intenciones de la misma se dejaban translucir bien pronto a quien conozca un poco sobre la regulación del despido en este país: las referencias a la posible ampliación del contrato con indemnización reducida a 33 días, la insistencia sobre la escasa utilización de los despidos objetivos, con indemnización de 20 días de salario por año de servicio, el fomento del contrato a tiempo parcial, etc… todo iba dirigido al abaratamiento del despido y, en definitiva, a una rebaja de costes que pagarán los trabajadores.
Lo más grave sigue siendo, sin embargo, la ofensiva contra las pensiones de jubilación. Viçenc Navarro, en un magnífico artículo, en Público, desmontaba con todo realismo, las falacias del proyecto: Ni la elevación de la esperanza de vida equivale automáticamente a que toda la población envejezca del modo que anuncian, ya que no se está teniendo en cuenta la disminución de la mortalidad infantil que eleva esa esperanza de vida general sin que la gente vaya a percibir las pensiones los años de más, que esa esperanza de vida indica. El cálculo tampoco ha tenido en cuenta la elevación de la productividad previsible, productividad que ha hecho posible que ahora el 4% de la población que trabaja en el sector agrario produzca muchos más alimentos que el 20% del total de la población de hace sólo 40 años.
Tampoco se menciona que son perfectamente posibles otros sistemas de financiación de la Seguridad Social que no sean exclusivamente las cuotas y que el Sistema de Seguridad Social universalista que propugnara Lord Beveridge al fin de la Segunda Guerra Mundial preveía una financiación progresiva a cargo del Estado mediante impuestos.
Sin embargo la elevación de la edad de jubilación está encontrando defensores. El sábado me enteraba de que a Isidre Fainé, presidente de la Caixa, no sólo le parece muy bien, sino que predica con el ejemplo siguiendo al pie del tajo con sus 67 añazos: claro que tuvo en 2009, año de la crisis, un sueldo de 2,64 millones de euros ¡Pobrecito! Como los 79 millones de euros que va a cobrar de pensioncita Francisco González del BBVA, eso si, cuando llegue a los 70.
Más triste me parece lo del inbécil de Fidalgo, exsecretario general de CCOO, que ayer se ha permitido decir en una entrevista en “El Economista” que subir la edad de jubilación a 67 años y ampliar el periodo de cómputo le parece “de sentido común” ¡Ay Fidalgo, Fidalgo, más tonto cuanto más largo!
1 comentario:
Siempre son los mismos los que quieren seguir trabajando: Los que menos trabajan.
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