El domingo por la mañana me dolía la cabeza. No podía leer, que suele ser mi ocupación habitual en mis tardíos amaneceres dominicales, y se me ocurrió la malísima idea de poner la televisión. Mando en ristre, pasé por varios canales y finalmente me quedé colgado en CNN plus donde hube de contemplar, uno detrás de otro, a José Blanco y a María Dolores de Cospedal, en sendos discursos.
Blanco actuaba en Toledo en congreso o reunión de jóvenes socialistas europeos. Me dolerían el bolígrafo y la lengua si tuviera que reproducirles toda la banalidad y falacia de las justificaciones que vomitó durante veinte minutos. Los sedicentes jóvenes aplaudían como un metrónomo cada vez que el jefe de la claque les daba el inicio, aunque también pensé que tal vez tuvieran aplausos enlatados que remarcaban las pausas dramáticas del Sr. Ministro, entre “conceto” y “conceto”… Al final, que ellos eran valientes y Rajoy cobarde y que lo necesario es necesario porque es necesario y hace falta.
Inmediatamente después, y como para compensar, apareció en la pantalla de la caja mágica la recortada sonrisa de María Dolores de Cospedal en Talavera, cargada de dijes y pulseras y con una chaquetita arlequinesca y juvenil. Tenía detrás dos ancianos asertivos que daban convincentes cabezadas a todos sus donaires y también aplaudían disciplinadamente, cuando el público, del que sólo se apreciaban dos o tres cabezas canas, era convocado al efecto.
Su discurso no era menos vacío y falso que el del gallego, pero, además, lo adobaba de un tonillo paternal y metafórico que provocaba arcadas. Terminó diciendo que ellos eran el partido del progreso, el partido social y el partido de los trabajadores… ¡Toma caña!
Era evidente, el uno con jóvenes y la otra con ancianos, los dos pretendían ejercer esto que los majaderos de ahora llaman pedagogía política; los dos consideraban a sus oyentes como niños límite, afectados de subnormalidad congénita o adquirida, a los que hay que convencerles de que la eme con la a se dice “ta”, aunque la explicación sea mentira. ¿Cada vez pienso más que así nos consideran a todos!
Los peces empiezan a corromperse por la cabeza, aunque, tarde o temprano, la peste termina llegando a todo el pescado.
¡Qué pena!
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