El curso 1972-73 apareció por la Facultad de Derecho de Madrid un curioso personaje procedente de Granada: el catedrático de Historia del Derecho Rafael Gibert. Muy cercano al Opus Dei, había hecho sus pinitos en aquella fábrica ideológica que Albareda y sus cofrades habían depredado a la Junta de Ampliación de Estudios y a la Institución Libre de Enseñanza, y aquel curso se premiaban sus servicios con una plaza en la Complutense y el puesto de vicedecano.
Rafael Gibert estaba loco o se lo hacía. Desde su misma llegada se dedicó a complementar la labor de la policía reventando las Asambleas por el procedimiento de cantar villancicos o enzarzarse en discusiones estrafalarias con quien quisiera entrar al trapo de sus provocaciones: todavía recuerdo a Luís Mari, un curioso sobrino de Arias Navarro, anarquista él, que era uno de sus alumnos favoritos…
Para enfrentarse a la creciente agitación universitaria, aquel provocador discurrió otra idea: promocionar la Tuna. Ya se sabe, jolgorios, clavelitos, alcohol y casa de Troya sobre manifestaciones, expedientes y detenciones…
La táctica, como se ve, es bien antigua, sólo que ahora se le añade el negocio, la marca registrada y la promoción del turismo a esta necia diversión por decreto. La Nochevieja Universitaria tiene patrocinadores, managers, seguros, protocolos sanitarios y de orden público y no se cuantas zarandajas más para conseguir lo mismo:
El vano ayer engendrará un mañana
vacío y ¡por ventura! pasajero.
Será un joven lechuzo y tarambana
un sayón con hechuras de bolero…
La guinda la han puesto las Nuevas Generaciones del P.P. zamorano reivindicando la sana alegría de la fiesta, el orden y las bebidas isotónicas, capaces de convertir la jarana en un devoto rosario del alba ¡Ojalá que este rosario de estupideces no acabe como el rosario de la aurora!
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