martes, 13 de abril de 2010

MIGUEL HERNÁNDEZ, COMUNISTA


Aprovechando la libertad que la SER y Marichu García me otorgan para estos comentarios semanales y porque estoy, por decirlo así, metido en harina, hoy voy a dedicar estos dos o tres minutos al homenaje que realizamos esta tarde desde Izquierda Unida al poeta comunista Miguel Hernández.


Además de recitar algún poema, en eso va a consistir esencialmente mi intervención: en la reivindicación del compromiso comunista y antifascista de Miguel Hernández Gilabert. Y ello, no sólo por lo que supone de coraje cívico y de valor y consecuencia en la defensa de sus ideas, sino también porque la poesía de Miguel Hernández, incluso la más lírica y amorosa, es inseparable de su opción política y vital.


Para un homenaje al poeta, celebrado en el aula Magna de la Universidad de Barcelona en 1976, el filósofo marxista Manuel Sacristán escribió sobre la autenticidad de la poesía de Hernández en la que, si se prescinde de algunos ejercicios de adolescencia, no se encuentra una palabra de más. Hablando de las motivaciones de la gran respuesta al homenaje dice: “La mía es la verdad popular de Hernández: no sólo de su poesía, en el sentido de los escritos suyos que están impresos, sino de él mismo y entero, de los actos y de las situaciones de los que nació su poesía, o en los que se acalló”.


Comentando las palabras de Sacristán, Salvador López Arnal escribía hace mes y medio en “Kaos en la red”: “Un hombre del pueblo sin cómplices, sin valedores en la clase propietaria del Estado, de las fábricas y de las cárceles. Él mismo y entero, (…) Ese es el Hernández que Sacristán vindicó en 1976. Treinta y cuatro años después podemos transitar, abonar y cultivar el mismo sendero” ¡Pues en ello estamos!

martes, 6 de abril de 2010

ANIVERSARIOS


Tras mi tradicional huída de la Santa Semana zamorana y nada más reencontrarme con mi adorado sillón verde, la televisión me anuncia que la Gran Vía madrileña acaba de cumplir cien años.


En realidad no es así: lo que ocurrió el 4 de abril de 1910 fue que se dio el piquetazo de inauguración de las obras que durarían todavía bastantes años. Como se quería solemnizar la ocasión, allí acudió el rey Alfonso XIII, piqueta en mano, acompañado de Canalejas como Jefe de Gobierno y del alcalde de Madrid, Nicolás Peñalver y Zamora, conde de su nombre. Y como aquí gustamos de las conmemoraciones, han vuelto a acudir a celebrarlo, todos juntos en unión, el nieto de Alfonso XIII, el alcalde Gallardón, José Blanco, como ministro del ramo, el “madrileñísimo” Bono y la inevitable Esperancita Aguirre.


No se si en tan ecuménica reunión y tras la inauguración del imprescindible monumento, los presentes se han dedicado a recordar algunos de los nombres de esta importante arteria madrileña. Podrían haber comentado que en 1937, la Gran Vía pasó a llamarse, dividida en dos tramos, Avda. de la Unión soviética y Avda. de México, los dos únicos países que ayudaron a la República Española en su lucha contra el fascismo. En realidad era más conocida como “Avenida de los obuses” o “Avenida del quince y medio”, por el calibre de los proyectiles que algunos de los papás y abuelos de los presentes lanzaban, desde las posiciones del ejército franquista en la Casa de Campo y en el cerro de Garabitas, contra esa calle, justo a la salida de los cines, para hacer más agradable la velada a los sufridos resistentes madrileños que aguantaban las embestidas de los ejércitos de África y la aviación de Hitler y Mussolini.


La Gran Vía fue luego, lamentablemente durante muchos, muchos años la Avda. de José Antonio.
La noticia de la conmemoración reproduce también la visita de sus majestades a la no menos madrileñísima Casa del Libro. Allí, como vamos de centenario en centenario, fueron obsequiados nada menos que con las obras completas del poeta comunista Miguel Hernández.
¡Que suerte!, pensé, esta noche el nieto de Alfonso XIII podrá deleitarse leyendo versos como estos:


“Nunca fuisteis muchachos, y queréis que persista
un mundo aparatoso de cartón estirado,
por donde el cartón vaya paticojo y turista,
rey entre maniquíes de pulso congelado.
Venís de la Edad Media donde no habéis nacido,
porque no sois del tiempo presente ni el ausente.
Os mata una verdad en el caduco nido:
la que impone la vida del siempre adolescente.
(…)
Sois mis enemiguitos: los del mundo que siento
rodar sobre mi pecho más claro cada día.
Y con un soplo sólo de mi caliente aliento,
con este solo soplo dicté vuestra agonía”